jueves, 7 de enero de 2010

Pequeñas inconveniencias

El frío que tenemos en la actualidad tiene, aparte de causar retrasos en los aeropuertos y otros medios de transporte, otras consecuencias. Por ejemplo: que nos quedemos sin sal para echar en las calles. Aquí de todas formas no echan sal así a lo bestia, sino una mezcla de sal y arena, porque aunque la sal es lo que más hace derretir la nieve no es buena para el medio ambiente, así que no me extraña que no lo sea para el corazón. Llevamos días oyendo que se estaba acabando la sal, pero ayer, por suerte, llegó al puerto de Hamburgo un barco cargado de ... sal de Marruecos, porque en vistas de la que se nos avecina, es decir, la hecatombe de nieve que pronostican para el fin de semana, no estaríamos preparados si no. Así que podemos respirar tranquilos.

Otro problema: se han agotado los trineos en las tiendas. Aquí, el que no tiene trineo, se lo compra en una de éstas, así que los que no se hayan dado prisa, se han quedado sin uno. Ayer pensé en el idilio que encima vivimos con este tiempo, tan insoportable en mi opinión. La clase de mi hija se fue durante las horas de clase (no me parece bien) a tirarse por unas cuestas con el trineo (me parece peor: ¿quién piensa en posibles brazos o piernas rotas?). Mi hija, a la que le sale (rara vez pero alguna) la vena española me dijo que se congeló y encima se hizo daño en una pierna. De todas formas, qué ganas tienen las profesoras de llevarse a casi 30 críos de 9 ó 10 años a hacer el loco y con la posibilidad de que alguno se rompa algo. Pero en fin, hay que disfrutar. Más disfruté yo, cuando vi el cuadro tan idílico: 30 trineos aparcados en la puerta, y sobre todo cuando me tocó cargar a mí con el bicho hasta el coche. Otra madre me sonrió algo cabreada al meter el suyo en el maletero: "Lo que hace una por los críos". Y yo: "Y que lo digas. ¿No podrían dar matemáticas en esas dos horas?", añadí.

Más problemas: mi coche se está pelando. El otro día, el del servicio de lavado automático se pegó un buen susto. Salío el coche peladito por ambos lados del parachoques de atrás, dos trozos, tamaño de un melón bien hermoso. La climatología, acompañada de la sal que echan, ha hecho que la capa de pintura que le dieron hace un par de meses se haya pelado como la piel después de unas quemaduras por el sol. Pero ojalá fuera por el sol y el calor... que se me derritiera el coche, vamos, ¡lo preferiría!

Y para colmo ayer me resbalé a la puerta de mi casa. Pegué tal patinazo que aterricé en el suelo, aunque por suerte sin romperme nada, y volví a maldecir a la climatología y a todos los que desean nieve en el invierno. Qué me expliquen su lado práctico para la vida diaria. Ni en foto le veo el encanto. Anoche supe para más inri de dos accidentes de trineo: un padre iba cojeando por un desgarro muscular por caerse del trineo con sus hijas, y una me contó de alguien que conoce con dos codos rotos, por un accidente de trineo. Y yo les dije que me estaban dando la razón.

Encima ahora leo que los barquitos del Alster podrían fastidiar el placer de pasearnos por el hielo en dos semanas, con las ganas que tengo yo (bueno, es un decir), ya puestos a sufrir tanto por el frío. De momento el espesor de la capa de hielo es de 5 cms y para darlo libre a la fiesta son necesarios 20 cms, que de seguir así, podría ser en dos semanas. En el artículo que acabo de leer se lamentan de que en los "últimos 20 años" (¡qué suerte!, son los míos como hamburguesa) sólo ha ocurrido en tres ocasiones, la última en 1997. Ah, claro, los "inviernos suaves", pienso yo. Llevo años oyendo las quejas de que los inviernos ya no son lo que eran (snif). Y en inviernos como éste pienso en el cambio climático, que evidentemente existe, pero no sé, no sé...

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