lunes, 18 de enero de 2010

A los Jaimitos del mundo

Todos los niños tienen un Jaimito. Es el muñeco sin el cual no se pueden dormir, y que llevan a cuestas cuando están cansados o mohínos. Es importante para la desesperación de los padres, que no sean demasiado pequeños, porque facilita su búsqueda por toda la casa. Mi hija mayor se decidió por un Mickey como su muñeco favorito, por suerte de un tamaño relativamente grande, por lo que siempre ha estado visible, incluso demasiado, pues en los aviones y en todas partes llama la atención como si fuera su hijo.

Pero Jaimito es bastante más pequeño y escurridizo. Los que conocen a mi hija pequeña saben que Jaimito es un miembro de la familia. Se lo compré yo cuando nació, y tenía música, al tirar de la cuerda. Pero como lo llevaba enganchado de su mano a todas partes, Jaimito sufrió un accidente: se le cayó una vez al bajar del coche, y allí se quedó, y cuando nos dimos cuenta, lo encontramos machacado en el asfalto, pues le había pillado un autobús. Hubo que hacerle una operación de urgencia y destriparlo, es decir, sacarle el mecanismo musical, hecho pedazos, y el pobre quedó hecho una pena tras el accidente. Pero todavía aguanta lo que le echen, pues de esto hace un par de años ya.

Después de eso, Jaimito estuvo desaparecido durante meses. Se perdió desde mayo a noviembre. Sabíamos que estaba en algún lugar de la casa, pero como mi hija era experta en dejarlo en cualquier sitio y no acordarse después dónde, desapareció un buen día, y ni siquiera supimos cuál fue. Una prima mía recordará cuando nos visitó en Bruselas con sus tres hijos, que puse una recompensa como premio para el que encontrara a Jaimito, pues llevábamos un mes a su caza, y pensé que nadie mejor que críos para encontrarlo en algún lugar perdido. Así que cinco niños se hicieron a la búsqueda atraídos por la recompensa, y nada. Y todavía pasarían varios meses hasta que una mañana de noviembre, a las siete de la mañana, al mover una caja de zapatos de debajo de la cama, apareció, tan fresco. La alegría fue inmensa, y creo que casi me alegré yo más. Y desde entonces, sus desapariciones no han durado más de un día o dos, y reconozco que me intranquilizan mucho, y por eso no paro nunca hasta que lo encontramos. Jaimito tiene por eso terminantemente prohibido salir de casa, salvo si se trata de ir de viaje, y para ello va metidito en la maleta, y sólo puede salir en el avión o en el coche, o sea, en sitios cerrados. Porque no hay que correr riesgos.

Si recuerdo ahora todo esto, fue porque anoche, al acostar a mi hija, buscamos a Jaimito en la cama, algo que hay que hacer con frecuencia. Ella decía que estaba allí seguro, que no lo había sacado en todo el día, y allí apareció. Le recordé la vida y milagros de Jaimito, y se reía, y me dijo que para todo lo que ha sufrido el pobre, que está pero que muy bien. La verdad es que se conserva muy bien, con su felpa gastada en algunas partes, sus zurcidos, las tiras raídas. Así que Jaimito es famoso en el mundo entero, con sus idas y venidas a España y a todas partes. Hasta ha supuesto un ejercicio de fonética para más de algún alemán, incapaces de pronunciar una "J" como la nuestra, sino suave, como la "H" en alemán. No lo hice aposta. Fue el primer nombre que se me ocurrió cuando lo compré, pues me pareció un "Jaimito". Así que en esta casa es conocido cuando yo digo que algo tiene más vidas que un Jaimito, o le digo a mi hija que si conoce el cuento de "Natalia y los siete Jaimitos". Y se parte de risa. Yo creo que Jaimito también.

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