martes, 19 de enero de 2010

En Winterhude también nieva

Hoy he vuelto a Winterhude, el segundo barrio en el que viví en Hamburgo, antes de mi escapada bruselense. Fueron cinco años en total y la época que yo denomino "qué bonito es mi bebé". Fueron años de pasear el carrito del bebé, primero una niña, luego la niña y una tripa, y luego otro niña en el carro, y la otra caminando. Y habré pisado cada acera y cada rincón de la calle Mühlenkamp y alrededores (hice poca vida nocturna, la verdad, sino vida de parque infantil).

Para mí es uno de los mejores barrios de Hamburgo para vivir. Tiene mucho encanto, pero a la vez es normal. Parece un cosmos en sí, pues tiene desde las calles elegantonas, a zonas de trabajadores y aspecto de barrio de lo más normal. En una de esas calles normales vivía yo, pues las hay "anormales", sobre todo Bellevue, con vistas al Alster y sus mansiones que cortan la respiración. Es que el barrio lo tiene todo. Y por eso la mezcla de gente es interesante: desde los finolis, a gente mayor que sigue residiendo en los pisos alquilados donde entraron en los años 50, a los nuevos pobladores, como estudiantes y familias jóvenes, como éramos nosotros cuando vivíamos en él. Por eso he vuelto hoy a observar la de madres que había con carros de bebés, justo como yo era una de ellas hace unos años, antes de dar el salto a la Haus im Grün ('la casa en lo verde'), como se dice en alemán, ni que Winterhude y en general todo Hamburgo no fuera verde.

El barrio te permite todo: desde darte un buen paseo por el Stadtpark, uno de los parques más grandes (reconozco que nunca lo hice salvo con visitas...; me atraía más pasear el bebé por el asfalto), a darte un paseo en canoa por los canales, o sentarte a tomar un café en una terracita, viendo pasar a todo tipo de gente, hacer unas compras, tomarte unos estupendos helados sentados en las escalerillas de una heladería que hay y entorpecer la entrada de los vecinos, que te miran con cara de odio al entrar y salir de su casa. Pero hasta eso te lo puedes permitir en un barrio así, y no en otros. Acabé por saludar a gente por la calle (otras madres con críos, claro, que conocí en el parque). Es zona de restaurantes, de tiendas pequeñas curiosas, y excelente para pasear. Que se lo digan a mis padres, que disfrutaron muchísimo de la zona en los paseos que se daban con bebés o sin ellos.

Pero como muchas de las familias jóvenes que residen ahí, cuando el piso se vuelve pequeño, tienes que salir, pues por ser una zona tan apetecible, son muy caros los alquileres o comprar un piso con más de dos dormitorios. Y entonces te planteas salir. Yo salí a regañadientes de Winterhude, ante la imposibilidad de comprar algo más grande allí. Pero reconozco que era mi zona, un barrio en el que me podía mover andando a todos sitios, algo que me encanta, y con posibilidades de transporte público soñadas en esta zona donde vivo ahora. ¿Por qué lo hice? Porque al final te adaptas a todo (o no...). Pero hoy, al volver a callejear por mi zona (¡y sin carro de bebé!), añoré esos años urbanitas, los mejores que he pasado en Hamburgo. Hoy he tratado de encontrarle alguna desventaja a la zona: no hay aparcamiento, dirían algunos, es ruidoso, dirían otros (bah, yo soy de Madrid, diría yo, y no es nada). La única desventaja que le vi hoy es que también nevaba.

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