martes, 12 de enero de 2010

Vuelta al trabajo

Siempre leemos noticias que nos producen estupor. No serían noticia si no fuera por lo macabras que son. Unas semanas antes de Navidad, en un espectáculo con cena y actuación de un domador de tigres que hay en el zoo de Hamburgo, los tigres atacaron al domador en pleno espectáculo, al caerse éste al suelo y reacionar los animales en ese momento según su instinto: se avalanzaron sobre él y le hirieron gravemente, tras lo cual ha estado en coma unas cuantas semanas. Le dieron el alta el sábado, y el domingo volvió al trabajo. La noticia me causó pavor porque yo misma estuve ahí, en ese antiguo edificio del zoo, con las jaulas gigantes, viendo un espectáculo parecido hace años, en la fiesta anual del banco donde trabajaba. Durante el espectáculo que yo presencié hubo un percance, desagradable para el que le tocó, pero completamente inofensivo. Uno de los tigres orinó encima de un espectador, un empleado de banca encorbatado, que estaba sentado al lado de la rejas. Aunque esto produjo las risas de las casi 500 personas que lo presenciaron, me imagino que al que le tocó no le hizo la menor gracia, y yo, sentada algo más alejada como estaba de las rejas, me alegré de que no me hubiese tocado, pues no fue poco además... Por eso, cuando me enteré del domador atacado por sus tigres, me pareció dantesco el espectáculo y pensé en la suerte que tuvimos de que el tigre sólo hiciera sus necesidades.

También en Hamburgo hubo otro caso sonado hace un par de años. En Jungfernstieg, una de las calles más importantes, al pie del Alster, una familia de artistas, precisamente sobre la cuerda floja y a grandes alturas, montaron su espectáculo en plena calle como parte de las fiestas para la inauguración de la calle tras las obras realizadas. Uno de los postes que sujetaba la cuerda se rompió y un joven de 20 años cayó y se dio un golpe en la cabeza contra otra barra que sujetaba el montaje del espectáculo, y quedó colgado de otra cuerda a muchos metros de altura, con todo el público viéndolo desde abajo. Estuvo en coma mucho tiempo, y tardó en poder volver a trabajar, pero ya hace tiempo que retomó su trabajo. La llamada del deber.

Menudos trabajos, de alto riesgo, pienso, pero para estas personas deben ser tan rutinarios como volver a un despacho. Yo no me imagino no tener miedo después de una cosa así. Al domador le dieron el alta el sábado y el domingo actuó en Augsburg y recibió las ovaciones del público. Que no le pase nada. Aunque ahora tengo que pensar en los que no pueden más con el estrés del trabajo, o los que sufren acoso de los compañeros, o no duermen por si se quedan en paro: esos no salen en el periódico, ni tienen muchas veces una segunda oportunidad. Lo que hace la fama, para bien o para mal.

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