jueves, 29 de abril de 2010

Bélgica: explicando lo inentendible

Hay países que de fronteras afuera parecen un enigma. Probablemente sea Bélgica uno de ellos, por desconocido. De vez en cuando oímos noticias de él: que si ha vuelto a dimitir el presidente, que si se ha roto la coalición por las luchas políticas entre valones y flamencos, que si los radicales del Vlaams Belang meten guerra, que si por irse van Rompuy a su función de presidente del Consejo Europeo se fue la figura del consenso. Y salvo que son buenísimos productores de chocolate, que tienen montones de cervezas (y bien fuertecitas), e incluso (sorpresa) que han aportado al mundo figuras importantes como Magritte, Eddie Merckx, Jacques Brel y George Simenon, que son belgas y no franceses, poco sabemos.

Ayer presentó su dimisión Yves Leterme, del CD&V, el partido Cristiano Demócrata y Flamenco, y habrá elecciones anticipadas en junio. Oí hace poco una entrevista que le hicieron en la radio y contaba en perfecto francés que su padre es francófono y su madre de Flandes, y pensé que es de los pocos belgas auténticos que hay, aunque se le considera flamenco. Los poquísimos matrimonios mixtos que hay hacen posible la unión que la política no parece hacer posible. Mismo mis vecinos de Bruselas era un matrimonio así: él de Amberes, ella bruselense, él como flamenco, perfecto bilingüe, ella como francófona, perfecta francófona, y con conocimientos muy rudimentarios del holandés que en Bélgica se llama vlaams, flamenco. Y sus hijos serán lo que aplique en el lugar que viven, en este caso Bruselas, es decir, francófonos.

Bélgica es un país joven, de apenas 180 años, cuya existencia en esa forma fue decidida por las grandes potencias en la mesa de negociaciones, habiendo sido anteriormente Flandes la provincia llamada Países Bajos del Sur, parte de lo que hoy es Holanda. Todavía los flamencos les echan en cara a los holandeses que en cuanto montaron esa revolucioncita que empezó durante la función en un teatro de Bruselas, que los holandeses salieran por patas y renunciaran a esos territorios (por eso ahora se resarcen en chistes sobre los holandeses y su tacañería). Y la parte valona fue parte de Francia. El norte, flamenco, es protestante, y el sur, francófono, es católico. El sur fue durante muchos años el motor de la economía, por las minas e industria, y los flamencos eran los pobres campesinos. La economía dio la vuelta con el cierre de las minas, y Valonia pasó a un segundo plano al ganar en los años cincuenta pujanza la economía flamenca, que hizo a sus habitantes los ricos del país. Todo esto explica por qué el país es el conglomerado de lo que es, de mentalidades distintas, de ciudades de estilo distinto, de gente bilingüe o no, y con economías muy diferentes.

Pero he tardado mucho en entender por qué siempre el país entero se rompe por la fractura del mismo hueso, pero que es el más importante de todo el cuerpo: es la región Bruselas-Halle-Vilvoorde. No hay quien lo entienda, parece, pero trato de simplificar. Pensemos hipotéticamente que un país llamado Castilla (Bélgica) estuviera compuesto de dos regiones con dos idiomas, Castilla-León, donde se hablase leonés, y Castilla La Mancha, con el manchego como idioma, ambos completamente distintos. Madrid capital, como capital de todo el país de Castilla, es la representante de ambas regiones y por tanto bilingüe, al menos oficialmente, pues 80 % de su población habla manchego (el idioma del sur). Pero para hacerlo más complicado aún, el territorio de Madrid capital es una isla completamente rodeada de región leonesa, donde se hablá leonés. Y lo que el gobierno, ayuntamientos, y demás poderes legales trata de organizar, se rompe por algo tan simple como los mismos ciudadanos, que por los elevados precios de la capital empiezan a comprar casas en las poblaciones de alrededor. Así que un madrileño, de habla manchega, se compra una casa en Getafe, donde se habla leonés, y pretende llevar a sus hijos a escuelas en su idioma (manchego), y como la demanda es grande las hay y muchas. Estas mismas personas, exigen realizar todos los trámites administrativos en machego, y no en leonés, que es el lenguaje de la zona donde viven. Y ahí empiezan los conflictos, pues los leoneses dicen que es su territorio.

Yo he visto un colegio francófono en territorio flamenco con una cadena y un candado que alguien había puesto durante la noche junto con el cartel: "Aquí se habla flamenco". Y si bien en Bruselas no te niegan ese derecho al bilingüismo, en Flandes o en Valonia andas mal. Y es porque se trata de gobiernos distintos y presupuestos distintos: si un francófono desgasta la acera que paga el gobierno de Flandes y conduce en la autopista de éstos, estará abusando. Y así es la concepción que tienen los belgas los unos de los otros. Y si con las arcas regionales andan tan a la greña, peor lo tienen cuando se trata de utilizar las arcas del estado "belga". Eso conlleva a que si se asfaltan 10 km de autopista en Flandes, habrá que asfaltar otros 10 km en Valonia, aunque no haga falta (bueno, en Valonia siempre hace falta, pues las carreteras parecen quesos agujereados en muchos casos, es más bien al revés). Y si Flandes soporta al día 10 horas de ruido de aviones, a los francófonos les tocarán otras 10. Y hay gente que se dedica a comprobar si se hace justicia en la vida diaria.

Así que aunque convoquen elecciones en junio, el problema no se va a resolver. El federalismo belga está ahí, pero mientras exista la circunscripción de Bruselas-Halle-Vilvoorde se seguirá resquebrajando todo gobierno, como ha ocurrido estos días: los unos exigen, los otros no ceden. Leterme lo ha intentado dos veces a nivel nacional, y cuando tiró la toalla en el 2007, el país estuvo un año entero sin gobierno, y los belgas decían "pero si funciona".

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