sábado, 17 de abril de 2010

Poesía en el cine

Pocas veces tiene uno la sensación de ver poesía en una película, pero eso ocurre con "A single man" ("Un hombre soltero"), de Tom Ford. Ahora mismo caigo en algo que no he tenido en cuenta hasta ahora: que es un diseñador de moda el que dirige la película, y ahora entiendo la estética tan cuidada de los detalles, en las ropas, en los muebles. El color es entre tenue y estridente, suave en los momentos de dolor, en contraste con lo chillón de las gentes "normales", como los vecinos con sus vidas perfectas, la niña con su vestido azul y la madre de un rojo escandaloso.

El tiempo de la película son 24 horas en la vida de una persona sin futuro, como él mismo dice, que al levantarse siente la losa de no poder soportar vivir sin vivir. El personaje encarnado por Colin Firth es un profesor de literatura en la universidad, homosexual, que ha perdido a su pareja en un accidente de tráfico y sin el que la vida ya no tiene sentido para él. Soledad, falta de motivación, haber perdido el rumbo, estar en un callejón sin salida. Sensaciones que retransmite la película con imágenes, miradas o a través de recuerdos. Impactante comienzo, en el que el protagonista parece un espectador de su propia vida, para luego hacia el final de la película ir descubriendo otra vez sensaciones perdidas. Rocambolesca y grotesca escena la del intento de suicidio, la meticulosidad al colocar la almohada, la elección de la postura, del lugar, y que acaba produciendo risa.

Me quedo con el dolor que siente el personaje principal porque su alrededor considere anómala una relación que para él lo fue todo, que no fue un sucedáneo de ninguna vida mejor, porque fue la vida mejor, el maldito comparar con los cánones, con el estándar. No son horas para escribir una recensión de una película, pero todavía tenía que reflexionar sobre tanta poesía y melancolía. Ahora puedo dormir tranquila o al menos agotada.

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