jueves, 8 de abril de 2010

El mundo feliz

Ayer leí una noticia que me llamó la atención, como lo hacen en muchas ocasiones ese tipo de noticias cortas que aparecen al abrir el correo electrónico o como cabecera de muchas páginas de internet. De nuevo un empleado de Disneyland París se ha suicidado, anunciaba la noticia, y ha dejado una nota diciendo: "No quiero volver con Mickey". Según su familia, el cocinero sufría depresiones por la presión sufrida en el trabajo: no le dejaban utilizar productos frescos, y sólo podía trabajar con congelados. Es una de estas noticias que no debería ni ser publicada, por ser una tragedia demasiado personal, pero su función es precisamente que se saquen conclusiones de relevancia universal, y eso es lo triste del caso.

Eurodisney es para mí uno de esos sitios a los que si hay que ir, se va, pero no hay ninguna necesidad, es decir, que si te queda a mano... (a tres horas de coche desde Bruselas), y tienes niños, pues vale. Yo fui en el 2005, y cogimos una oferta de "duerma tres noches y pague dos". La primera tarde de parque, bueno. El siguiente día, enterito en el parque, vale. Pero el segundo día completo de parque me acabó por producir agresividad. Estás metido en un mundo feliz, de colorines, con casitas pefectas, gente sonriente, empleados sonrientes que quieren hacerte feliz. Las colas para montarte en algo son a veces insoportables, la avalancha para hacerte la foto con Mickey es para que se te quiten las ganas, la infinidad de productos que puedes comprar sobre cada uno de los personajes, a cualquier momento, en el hotel, por todas partes, resulta agobiante. Y la comida... bueno. Yo, tras tres días comiendo comida tipo pizza, hamburguesas, patatas fritas o pasta, acabé con ganas de comerme un buen plato de lentejas. Así que la última tarde, huímos del parque a eso de las cinco, para irnos al hotel feliz, a la piscina feliz, todo dentro del mundo feliz, y a la mañana siguiente ya no aprovechamos la entrada al parque y nos fuimos a París. Yo necesitaba tener la sensación de haber estado en algún sitio concreto, y no en un lugar tan irreal, por lo que la mañana del domingo la pasamos paseando por París, viendo Notre Dame y la Torre Eiffel, con carrito y dos niñas de 2 y 5 años entonces. Por supuesto que las niñas se lo pasaron muy bien en Eurodisney, y que si les digo que mañana vamos se pondrían contentísimas. Pero yo me fui aquella mañana soleada de domingo diciendo que ya habíamos cumplido con Disney.

Si me imagino trabajar allí, ver día a día a tanta gente en éxtasis de la tontuna, diciéndoles a sus hijos: "ay, mira a Goofy, ponte con él para la foto", "huy, Mary Poppins, qué guapa", "ay, mira las princesas" (yo misma dije todo eso dos días y medio) y cocinando ese tipo de comida todos los días, creo que a mí también me entraría una depresión. Pero lo más triste es ponerle un final a tu vida por el ratón Mickey y consortes, y encima acabar luego siendo noticia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario