miércoles, 7 de abril de 2010

Leyes, derechos y catástrofes

No es que sea ni surpersticiosa ni crea firmemente en leyes como la de Murphy, que dice que todo saldrá como no quieras que salga, y por eso, cuando la tostada se me cae al suelo por el lado de la mermelada, pienso que probablemente sólo le presto atención cuando se cae por ese lado. Pero hay cosas que ocurren a menudo que me hacen pensar que el tal Murphy no iba tan desencaminado. Por ejemplo, el que tu hijo tenga que ir al baño al poco rato de haber salido de casa, y eso que le recordaste mil veces que tenía que ir antes de salir, o que le prevengas de un posible accidente, y ocurra, como cuando estuvo jugando una vez mi hija con la diadema del pelo, y yo viéndolo venir ".... que te vas a hacer daño", y zas, se la clavó en el ojo. Son ese tipo de catástrofes previsibles, sobre todo para una madre, que somos brujas histéricas, como me dijo una vez mi hija mayor, algo más sabia sobre el papel de la madre en este tipo de percances.

Y luego están las catástrofes menos previsibles pero que se cumplen por una ley de probabilidad basada en poderes ocultos. Yo defiendo mi derecho como mujer de ir al ginecólogo y a la peluquería sola, sin niños, derecho que debería ser incluido entre los derechos fundamentales de la mujer o en la constitución. Por supuesto que la mayoría de las veces se cumple, pero basta que, como con la tostada, tenga que ir a uno de estos sitios con alguna de mis hijas a cuestas, para que me dé la sensación de que nunca puedo ir sola y se me ponga la mala leche que es también mi derecho fundamental. Por suerte no ha sido hoy el ginecólogo, al que recuerdo haber ido o con bebés o con niñas escaladoras por no haber tenido donde dejarlas en el último momento (... yo en la silla del ginecólogo y mis hijas metiendo jaleo alrededor). Y todavía la cita en el ginecólogo tiene ese aspecto de obligación, ... ¿pero ir a la peluquería con niños, uno de los pocos momentos sólo nuestros? Así que mi cabreo hoy era soberano. Pero como con todo en la vida, a veces te sorprendes, y mi hija se ha portado de maravilla, y he podido hasta leer las revistas de cotilleo que hojeo solamente en el médico o la peluquería (que sí, ¡es verdad!, sólo las hojeo en estos sitios).

Y qué aburridas son, por cierto: aquí llevan informando desde que llegué que el rey Juan Carlos y doña Sofía están de crisis en su matrimonio. Ella esperaba ahora un cambio en la actitud de él, ahora que son mayores, pero no. Y Máxima, la princesa de Holanda, se ha vuelto a poner el abrigo que se pone cuando está embarazada, ¿será que...?; y Mary de Dinamarca se ha ido sola de vacaciones con amigas, qué escándalo; y Mette Marit podría esperar su cuarto hijo. Estas revistas son maravillosas para aprender el condicional: podría, sería, estaría... Así que se me está ocurriendo utilizar el "Hola" cuando llegue al condicional en mis clases de español, y que mis alumnos piensen que por fin utilizo material interesante, en vez de como hace poco, que les traje el poema de Alberti sobre el mar/la mar, para explicarles la dualidad del artículo con este sustantivo.

Pero volviendo a las leyes catastróficas, existe una que siempre se cumple: cada vez que vas a la peluquería tienes más canas que cubrir. Mi hija me ha dicho hoy que no me reconocía con el tinte puesto en el pelo, pero que no estoy tan vieja todavía. Menos mal, pues ella mismo le dijo hace poco a su abuela de aquí que tiene una "barbilla de repuesto"; por suerte la abuela se lo tomó bien, pero nada mejor que tus hijos para anunciarte esas catástrofes inevitables y que sabes que acabarán por llegar.

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