lunes, 19 de abril de 2010

Signos inequívocos

Había signos premonitorios, como no querer nada de ropa de color rosa desde hace tiempo, odiar los leotardos, no usar falda, preferir los vaqueros, ir cada vez menos abrigado, pues los jóvenes aquí van incluso cuando hace mucho frío bien desabrigados o con calzado inapropiado. Pero la evidencia es cada vez más seria: el desarrollo hormonal de una niña de casi 10 años empieza a notarse en muchos aspectos y como madre, te das cuenta de que lo que se te viene encima es morrocotudo, como diría mi madre, que ha pasado por esto tres veces.

La (pre)adolescencia es esa edad en la que tus padres se ponen raros y pesados. Es cuando decides que el vaquero que más te gusta es el que tiene rotos en la rodilla, y le pides a tu madre que no te lo cosa. Es cuando de repente los chicos de la clase, que hasta ahora eran unos insoportables, pasan a ser muy "majos", y los dos que te caían bien por ser los más tranquilos, son ahora infantiles. Es también cuando el niño vecino de al lado, que hasta hace poco era un pesado, es también "muy agradable" de repente, y te apetece irte con la bici con él. O cuando por las mañanas empiezas a ponerle pegas a la ropa que te prepara tu madre y dices que te quieres poner otra cosa. Cuando te empiezas a reír del mundo, sin darte cuenta de que en realidad el afectado eres tú, pues no eres tan listo como te crees. Cuando pones una película infantiloide que te gustaba antes para reírte de lo tonta que es, como una de la Barbie, y con tus comentarios haces reír a todo el mundo. Cuando ya no te parece un rollo ir de compras e incluso te gusta meterte en el probador, sola, para que nadie te vea y te molesta si la cortinita está abierta un milímetro. Cuando tu hermana pequeña no tiene ni idea de lo que es el mundo, y se lo explicas. Cuando de repente te apetece estar sola en tu habitación leyendo horas seguidas y necesitas aislarte de vez en cuando, porque nadie te entiende, nadie te quiere, todos están contra ti...

Y también es esa edad, en la que como madre te empiezas a sentir vieja, incluso desfasada, pues te vienen contando historias que tú desconoces ("mamá, ¿conoces al rapero Bushido?"). Y ves que tu hija se convertirá dentro de nada en la chavalita que tú eras hace 30 años, y que según va haciéndose mujer, tú te irás haciendo una señora, si es que no lo eres ya. Madre mía, el paso del tiempo es imparable, y hay momentos en los que me gustaría detenerlo. Otras no, y veo que hay que atacar lo inevitable, pues yo lo he pasado, aunque no como madre. Y de repente mis casi 41 años pesan. No me sentó mal cumplir los 40, pero este año me siento muy vieja de repente y los 41 se me están empezando a atragantar. Serán los indicios, y la "ley de vida" de la que habla siempre mi madre, y ella sabrá. También ella dice que quién pillara los 40, así que habrá que coger el toro por los cuernos, y no achicarse. La batalla será terrible, pero las hay peores, eso seguro.

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