domingo, 11 de abril de 2010

Botánica primaveral y más

Aquí vivimos la primavera como algo que llega a trancas y barrancas, y me refiero al clima, pues la apoteosis de la naturaleza es lo único imparable, ya que sigue su curso habitual ignorando si llueve o hace sol, y un día florece una florecilla, otro otra, luego un árbol, y otro, y los habitantes de estas latitudes nos quedamos abobados cada año pensando que hay vida más allá de tantos meses de árboles pelados y poca vegetación, salvo abetos. Ahora vamos por los tulipanes, tras los crocus y narcisos, y empiezan a florecer los árboles tipo cerezos o las forsythias (lo que me ha costado encontrar el nombrecito, con mis superconocimientos de botánica) que son unos arbustos que se ponen ahora de un amarillo chillón para acabar siendo luego un simple seto de hojas verdes. Yo misma ando mosqueada ya toda la semana pensando que hay aparcado un coche de correos en mi puerta, pues el cristal translúcido de la puerta de casa deja entrever todo el rato algo amarillo que durante el invierno sólo puede ser la furgoneta de correos que trae algún paquete para alguien, pero ahora, ese brillo amarillo constante es la forsythia de la vecina de enfrente. Todos los años vuelvo a picar.
Y las magnolias, una de mis favoritas, empiezan a ser ya capullitos que pronto se abrirán. Son flores tan efímeras que siempre me pregunto si merece la pena plantarlas, pero los árboles de magnolias son espectaculares, algunos gigantes, y cumplen su efecto de hacernos despertar, de atraer nuestra mirada hacia ellos, y pedirnos que los admiremos y disfrutemos de ese instante antes de que pierdan esas flores que duran tan poco. Una pena, pienso siempre, como esos momentos de felicidad tan efímeros que pasan tan rápido.

Pero el clima en primavera aquí no es como la naturaleza y no se puede prevenir. Tras un día precioso de sol ayer, hoy ha amanecido un día que parecía otoñal, gris y con lluvia, y con temperaturas bastante fresquitas, y ha sido un día muy tristón. Es como si dieras un paso adelante, y unos cuantos hacia atrás. Aquí se dice que las hamburguesas (y me refiero a las señoras de esta ciudad) se quitan las medias en Semana Santa y no se las vuelven a poner hasta octubre, y que es la temporada de llevar calzado sin medias. Bueno, yo no me he quitado las botas todavía, y como no soy hamburguesa, para mí existen dos temporadas de calzado: la de botas, que va de octubre a finales de abril, y la de llevar otro tipo de calzado, ¡y con medias! muchos días. El día que guarde las botas en el armario será primavera. Mientras tanto, salvo por la naturaleza imparable, no lo es todavía. Es como adelantar pero sin hacerlo. Como mi hija pequeña hoy, que por fin lee. Con el sistema escolar tan anodino en el que en primero a estas alturas de curso no han acabado ni el abecedario, me da la sensación de que voy a cargar con una analfabeta el resto de mi vida. Pero por fin puedo aclamar a los cuatro vientos cibernéticos que lee. Ya en Madrid hace un mes iba leyendo por la calle "Te-le-fó-ni-ca", pasito a pasito, y hoy, jugando en el ordenador se ha puesto a leer sílaba a sílaba la frase siguiente: "Du hast leider verloren", "Por des-gra-cia has per-di-do". Tanto esfuerzo para leer eso. Lo dicho: un pasito para delante, y varios para detrás. Así me siento yo también.

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