viernes, 23 de abril de 2010

Cómo ser feliz creyéndoselo todo

Hoy, tras haber tenido mi sesión de Pilates, he pensado en cómo este tipo de actividades se han introducido en nuestras vidas. Hace un par de años, nadie había oído hablar de Pilates ni de Tai Chi ni de Qigong, y hoy todos estos términos están de moda. Durante muchos años fue el aerobic de Jane Fonda lo más moderno. Y hoy día hay clases de yoga o Pilates en cualquier barrio, pues somos más zen. El método Pilates, creado en los años 20 del siglo pasado por un alemán emigrado a EE.UU. se basa en el powerhouse, el centro de energía del cuerpo, que es el abdomen. Se trata de apretar siempre los músculos de la barriga en cada ejercicio, reforzando el efecto a través de la respiración, aspirando y expulsando el aire al revés de como uno se piensa que debería ser. Yo llevo dos años haciendo Pilates, y me costó cogerle el truquillo a la respiración, que durante mucho tiempo asocié a dar a luz. Es como ponerse de parto una vez a la semana.

Y como hoy he vuelto a constatar, la edad no tiene importancia. En mi curso hay unas abuelas cuya forma física me gustaría tener a mí en unos cuantos años. Además sigo luchando contra lo que yo llamo "el efecto colchoneta", y es el punto en el que en pleno ejercicio me dejo ir y me sale todo de dentro, y si no me dejo ir, son los días en los que no doy pie con bola y no me concentro. En Bruselas conocí a una profesora de yoga, una americana que dice que no todo el mundo está preparado para esta visión de sí mismo, que el yoga o este tipo de ejercicio no es adecuado para mucha gente a la que no le gusta mirarse en su interior. Y como no me gusta ser tan esotérica y esa mujer en realidad hizo su doctorado sobre la literatura costumbrista española, para acabar ganándose la vida mediante el yoga, sí que le veo el lado práctico a todas estas actividades... Lo que es el sino de los filólogos en muchos casos; acabar así, en la colchoneta. Varias amigas mías acuden a la casa que ésta tiene en Austria en la montaña y se recluyen durante una semana a purificarse, es decir, a comer durante una semana entera semillitas y todo tipo alimentos saludables, levantarse a las cinco de la mañana para nadar en el agua fría del lago, y tras esto empiezan con las sesiones de yoga, paseos, y todo tipo de actividad "me-busco-y-no-me- encuentro", o sí. Este año me han invitado, y por suerte tengo un par de excusas que esgrimir para rechazar tal amable invitación, como trabajar, por ejemplo. No dudo de los beneficios de la semana, como dejar a los hijos a 1.000 km de distancia, y a lo mejor es por eso por lo que dos amigas mías hablan maravillas de la semana de purificación... seguro que mental.

Pero me quedo con el Feng Shui, pues siempre me tengo que reír cuando oigo que la colocación de los muebles, en especial de la cama, puede influir en tu bienestar, y que a lo mejor esa agresividad o mala baba que tienes se te pasaría si colocaras la cama y la cómoda del dormitorio en otro sitio. Bueno, no digo que no haya nada en eso, para no quitarles la fe a los que crean, pero si pienso en el piso de 62 m² en el que crecí yo en una familia de cinco, más la abuela a temporadas seis, y si hubiera que haber planeado todo de acorde al Feng Shui... mi madre me hubiera dicho que no le viniera con monsergas, que bastante apretaditos estábamos todos ya. Siempre pienso en el anuncio de Ikea, en lo de "donde caben dos caben tres", cuando estoy en casa de mis padres, ahora de visita, y se podría decir "donde caben dos, caben quince", pues ahora nos juntamos unos cuantos más cuando nos reunimos. Como para pensar en el Feng Shui. Y el otro día, en la peluquería, había folletitos de Feng Sui para el jardín, lo más, en plan "planee su jardín de manera que le haga feliz y su vida cambie". Al final va a tener mi amiga razón: son las orquideas y las flores de pascua. "Arranca las orquideas, Elena; y las flores de Pascua dan mala suerte, hazme caso", me dice siempre. Y estoy a punto de regalarle la flor de Pascua a alguien que me quiera bien... Por eso me he comprado estos días un arce japonés, pequeñito y monísimo. Mi vida está cambiando, como dice mi amiga. Lo plantaré este fin de semana. Por si fuera eso.

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