martes, 9 de junio de 2009

La paciencia

Oficina de Correos en Bruselas hará tres años: solamente hay una ventanilla abierta. La cola es bien larga, como de 10 personas, algunos con paquetes grandes en brazos. El que despacha saluda amablemente a los que les va tocando: "Bonjour madame, bonjour monsieur". Se toma todo el tiempo necesario en atender, que en Bélgica es muchísimo, ya que incluye que el empleado de correos se levante parsimoniosamente a recoger un formulario de otra ventanilla, que al cabo del rato hable tranquilamente con otro empleado que le pregunta algo, y que este otro, a pesar de la cola tan larga, no se disponga a abrir otra ventanilla y vuelva a lo que estaba haciendo dentro, pero a vista de todos. Yo tengo a cinco o seis personas delante de mí. La gente espera tranquilamente, nadie se irrita (bueno, yo sí, pero no digo nada), ningún cliente habla con ningún otro quejándose de la situación, y cada uno llega contento a la ventanilla y saluda "Bonjour" con el tonillo típico, canturreando, y todo amablemente. Y es atendido con la misma consideración.

Oficina de Correos en Hamburgo hoy: hay sólo una persona despachando. Cuando yo llego no hay ningún cliente más que la señora a la que están atendiendo. Después de mí llegan dos personas. Un hombre, que no lleva esperando ni dos segundos empieza a despotricar: "Esto es una vergüenza, siempre lo mismo. Recortan personal y los clientes a fastidiarse." La otra señora se une a sus protestas. El empleado de correos no dice nada, pero está violento. Atiende rápidamente. Me toca a mí, y trato de apresurarme todo lo que puedo, que tampoco es tanto, ya que mi trámite es cuestión de un minuto. Y me voy sin saber si el señor que protestó volvió a quejarse cuando fue atendido, lo cual casi seguro.

La misma situación pero en dos países distintos. Unos tan pacientes (demasiado quizá), y los otros tan poco. Yo salgo molesta ambas veces. La primera por haber tardado tanto y llegar tarde a recoger a mis hijas, y hoy por la antipatía de la gente, que sólo abre la boca para repartir malas energías. Pero en Bruselas salí riéndome y pensando que esa tranquilidad es una forma muy legítima de vida, fuera del estrés innecesario que nos creamos muchas veces, y aquí alterada, a seguir corriendo sin tener en realidad que hacerlo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario