sábado, 6 de junio de 2009

Niños ... divino tesoro

Hoy durante la comida no he parado de reírme a carcajadas. Mi hija pequeña nos contaba de la visita que realizó el jueves a la policía con la guardería. Por enésima vez les llevaron allí, para seguir aprendiendo a ser ciudadanos ejemplares. Nos ha explicado con todo detalle cómo se hace la prueba de alcoholemia: "aunque en realidad no hay que beber nada si se va a conducir, pero bueno un vaso de cerveza... vale", nos dijo. Luego nos ha explicado de las celdas que vieron: "una para los que meten jaleo", "otra para los que han cogido borrachos". Y continuó: "Y había también una pared donde los delicuentes ponen sus dedos sucios y hacen marcas". Aquí ya me fue imposible no controlar la risa, para su desesperación, pues una niña de seis años se toma muy en serio estas cosas.

Me divierten, aunque no debería, las prioridades de la educación aquí. Quizá es la base para que luego la convivencia funcione y se respeten las normas. Pero en ningún país me parece que los niños sean tan resabiados como aquí. El sistema escolar fomenta la participación en clase, a lo cual no hay nada que objetar, y se tiene en cuenta en la nota tanto como el rendimiento. Pero el resultado es que los niños te den explicaciones de todo tipo y que crean que siempre tienen razón. Si recuerdo la enseñanza que recibimos nosotros, donde sólo el profesor hablaba, van mundos, y tampoco eso es lo adecuado. Yo creo que las mías deben andar entre dos mundos: por una parte son de aquí, y por otra trato de inculcarles algunos de mis valores, que se manifiestan sobre todo en que no me tomo en serio muchas de estas cosas. Y ahí les cojea su visión, pues a nivel familiar les faltan muchas de las restricciones que tienen los niños aquí. Por ejemplo, una amiga de mi hija que comía un día en mi casa me dijo: "Yo, si esas zanahorias no son 'bio' no me las voy a comer; sólo me gustan las ecológicas". A lo que yo le respondí: "Por supuesto, comételas tranquila". Aunque no lo eran, encima tuve la jeta de preguntarle después: "¿A que están buenas?" Y es que a una maliciosa madre española no le gana un niño sabihondo.

La televisión es otro tema tabú. Recuerdo lo bien que me lo pasé una vez cuando una madre le preguntó toda alterada a la delegada de padres si podía informarse de cuánto tiempo habían visto los niños esa mañana la tele en la guardería (les habían puesto un documental), pues su niño sólo puede ver media hora de tele al día, y si había sido más de eso, entonces ese día no podría ver más. En España, donde la tele está puesta a todas horas, me parece excesivo que los niños estén expuestos a programas de cotilleos y a películas o series de mayores. Ahí me siento alemana, cuando les pido a mis padres que apaguen la tele.

Para mí hay normas irrefutables para un niño, como por ejemplo el no tirar basura en la calle y el comportarse cívicamente, y muchas otras son cuestión de tu percepción. Indispensable es también mostrar respeto hacia los demás, piensen o no igual que nosotros, o lleven o no una vida distinta a la nuestra. No me canso de decirles a mis hijas que no les echen moralinas a los demás. Que tampoco se dejen influir si no están de acuerdo, pero que escuchen, reflexionen, y luego actúen como les parezca lo más lógico, aunque respetando siempre a los otros. Así llevo yo media vida, poniendo cara de que me parece todo muy bien, y haciendo luego lo que me da la gana o en muchos casos lo que me dicta mi sentido común, si es que lo tengo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario