lunes, 22 de junio de 2009

Los solsticios

Nunca en mi vida me había importado el solsticio de verano hasta que llegué aquí. Amaneciendo estas semanas a las cuatro de la mañana y anocheciendo después de las diez y media de la noche, cuesta despedirse de tanta claridad, ya que ahora poco a poco los días se empezarán a acortar hasta que en invierno anochezca a las cuatro de la tarde. A mí con el que me entra alegría es con el solsticio de invierno porque a partir de ese momento los días empiezan a ser más largos, hasta el 21 de junio, pero no con el de verano. Anoche, mirando el cielo me entró melancolía al pensar que ahora comenzamos la marcha atrás. Por eso creo que si viviera en los países escandinavos me negaría a celebrar estos días, y celebraría en invierno, aunque fuera yo solita la que festejara. Me imagino a los suecos celebrando su "Midsommar" todos bailando alrededor de la corona de flores típica, cual anuncio de Ikea, y me pregunto si merece la pena celebrar el comienzo del fin, o el fin de lo mejor. Por suerte son ciclos que se empiezan y se acaban, como todo. Pero es curioso cómo al vivir tan al norte, se te meten los solsticios en tu vida sin ni siquiera darte cuenta y te dividen el año en dos mitades tan claras, una de luz y otra de oscuridad. Y hoy es el primer día de la segunda parte. Todo esto lo asocio con las sensaciones que me invaden con motivo de la segunda parte de mi vida, que está a punto de comenzar con motivo de un cumpleaños que me parece una especie de frontera en la que me plantaré esta semana, y miraré hacia detrás, y hacia delante, y será el primer solsticio importante de mi vida. Pero lo celebraré, porque todavía veo mucha claridad por delante. A pesar de todo.

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